Cuba USA
Carta abierta a la coronela Walkiria, del Doctor Darsi Ferrer desde prisión
A: Sra. Coronela Walkiria
Jefa de la oficina nacional de atención a la ciudadanía del Ministerio del Interior.
De: Dr. Darsi Ferrer Ramírez.
Prisión “Valle Grande”, La Habana, Cuba. 10 de agosto de 2009.
Usted disculpe, pues no conozco su nombre completo ni tengo la certeza de que los mencionados sean sus cargos o grados militares correctos, así que no es por irrespeto sino por desconocimiento que la nombro de este modo.
Le escribo desde la prisión “Valle Grande”, donde estoy encerrado desde el pasado 21 de julio, en condición de preso. No le pido clemencia ni justicia, simplemente le recuerdo que soy un ser humano y deseo contarle las injusticias que sufro por el mero hecho de preferir un sistema político, económico y social distinto al vigente en nuestro país, y por realizar una labor social independiente del Estado, a favor de que mejore la difícil situación del pueblo cubano.
El jueves 9 de julio de 2009, para impedir que mi esposa y yo paseáramos por el malecón habanero, un lugar público de nuestro país, a donde invité públicamente a través de la Internet a otras personas que desearan compartir sueños comunes, sin otra intención, la seguridad del estado ordenó a la policía de la estación de Aguilera que nos arrestaran, nos hicieran un registro en nuestra casa, decomisaran algunos de nuestros bienes personales, y que más de ocho policías me agredieran esposado, los que me provocaron lesiones corporales y uno de ellos por poco me mata con una técnica de estrangulamiento.
Con mi esposa y yo detenidos en la estación la policía puso a un vecino que les sirvió de testigo en el registro a romperme la puerta de la casa con una pata de cabra de su propiedad, de esto son testigos los demás vecinos del barrio, como no pudo, entonces el instructor de la policía Abigail Milán León con número de chapa 36275 le dio una patada y la rompió, en presencia de nuestro pequeño niño de 8 años de edad recién cumplidos.
Me ocuparon durante el registro 2 sacos de cemento, 100 tiras de planchuelas de hierro de 1,50 metros de altura y 2,5 cm de ancho, varios pedazos de aluminio y dos ventanas de cristal y aluminio que desmontaron de la pared interior de la casa y se las llevaron, dejando la casa a expensa de que entre cualquier ladrón y mate o le haga daño a nuestra familia.
Hace más de dos años tenía no 2 sino 5 sacos de cemento, un poco de arena y algunos sacos de polvo de piedra, estos últimos no fueron de interés de la policía, los tengo tan escondidos que aún hoy la arena y el polvo de piedra permanecen en un rincón del portal de la casa que da a la calle, donde siempre los he guardado. Esos pocos materiales de la construcción me los regaló uno de mis pacientes, que le sobraron cuando terminó la reparación de su casa, sensibilizado por mi precariedad financiera y por el mal estado de mi casa. Es algo común en Cuba como usted conoce, que muchos médicos estemos obligados a resolver nuestros problemas personales con la caridad de pacientes solidarios que cuentan con posibilidades.
Las dos ventanas que me quitaron de la pared, al igual que las cuatro restantes y la puerta que están puestas en la casa, todas idénticas de cristal y aluminio, me las regaló nuestro querido amigo Agustín Hernández Lara, que además de la amistad era el profesor de Tae Kuon Do de nuestro pequeño. Él las iba a poner en su casa, pero cuando le confirmaron la salida del país, junto a su esposa Rebeca Villate y su hijastro Pedrito, no solo nos regaló las seis ventanas y las puertas, sino también el multimueble que tenemos en la sala y nos cambió el juego de sala nuestro, en muy mal estado, por el de ellos que está un poco mejor. Esto fue hace como un año, antes de que se marcharan para los EEUU por reunificación familiar. Desde esa fecha están puestas en la casa las ventanas y la puerta a la vista de todo el que pasa por el frente, pues vivimos en una casa con portal a la calle.
Las planchuelas de hierro las compré a un herrero, como mismo han hecho los millones de cubanos que tienen sus casas enrejadas, de eso hace más de dos años, después que nos robaron el 13 de marzo de 2005 y de que nunca aparecieran los malhechores ni los bienes perdidos, a pesar de la denuncia que hice en la estación de Aguilera. Incluso en todo este tiempo no logré reunir el dinero necesario para pagar la mano de obra que cuesta ese trabajo, por lo que no había podido hacer las rejas que le darían más seguridad a la casa.
En esta ocasión me negué al registro en mi domicilio porque unos 4 años atrás, el 29 de noviembre de 2005 varios policías en un patrullero se presentaron con una orden de registro, me decomisaron una laptó y una impresora que me regaló un amigo Checo, además de medicamentos que recibo con frecuencia enviados por personas que residen en el extranjero y que me las donan para que ayude gratuitamente a enfermos necesitados. También me decomisaron literatura, recordando los tiempos de la Alemania nazi, cuando los libros eran considerados armas nocivas y peligrosas. Luego aquellos militares me dejaron una citación, de la que aún conservo copia, para el otro día en la estación de Acosta. Al día siguiente los oficiales no se presentaron en la estación y nunca supe de mis bienes ni el por qué me los quitaron. No encuentro otro calificativo que no sea robo para denominar esa acción realizada por los uniformados que portaban una orden de registro.
Como antecedentes de arbitrariedades y atropellos que he sufrido por parte de esa policía de Aguilera cuentan entre otros:
- El día 31 de agosto de 2006 una veintena de policías allanó mi casa y me arrestaron sobre las 2:00 am de la madrugada, cuando me llevaron para la estación de Aguilera y dejaron a mi niño solo en la casa y le cerraron la puerta. Les pedí que lo llevaran conmigo y la respuesta fue que a ellos mi hijo no les importaba, en aquel momento solo tenía 5 años. Un vecino vio lo que pasó y a esa hora llamó a otro, que no menciono nombre por no perjudicarlos, y este tenía un carro, ambos fueron a Lawton y buscaron a mi esposa, ella cuando entró a la casa encontró al niño solito y la llave del gas del fogón abierta. Nuestro pequeño es asmático severo.
- El 19 de marzo de 2005, en horas de la mañana el señor Alexander López Meriño y otras 4 personas, invadieron mi domicilio y me agredieron físicamente, uno de ellos llegó a herirme en la muñeca derecha con un arma blanca. Este señor Meriño en ese momento era el jefe de servicio del Partido Comunista en el municipio 10 de Octubre.
- Ese mismo día por la tarde, más de 80 personas vestidas de civil entraron a mi casa y me sacaron a golpes hasta el medio de la calle. Algunos utilizaron para agredirme porras de goma, de los conocidos como tonfas, las que son armas oficiales de la policía. Ambos sucesos ocurrieron a la vista de todos mis vecinos. En ningún momento la policía tomó parte para cumplir su supuesto rol de proteger a los ciudadanos, a pesar de la magnitud de los actos de los cuales fui víctima. Aún conservo el certificado y fotos de las lesiones que me provocaron.
Precisamente uno de los integrantes de la turba agresora fue el señor vecino, el mismo por el que supuestamente la policía me trajo para la prisión por ofenderlo de palabra, después de que conocí que con una pata de cabra de su propiedad intentó en este último registro romperme la puerta de la casa, para que la policía entrara a efectuar el registro. Esto fue delante de todos mis vecinos del barrio.
También en Aguilera fue donde acusé al señor Peña, un militar de alto rango, que vive a unas manzanas de mi casa en la calle San Indalecio esquina San Bernandino el día 21 de marzo de 2008, mientras caminaba con mi pequeño niño me abordó en plena vía pública, me ofendió moralmente a toda voz delante de las personas y me amenazó con agredirme físicamente, sin razón alguna. Tengo copia de la denuncia, la que jamás procedió.
Este señor Peña tiene una pistola y con el nivel de impunidad que disfruta perfectamente me da un tiro cuando quiera. Además, como puede comprobarse fácilmente con las inmensas dificultades económicas que atraviesa el país, este señor pasó los dos últimos años, descargando decenas de rastras, “no sacos”, de materiales de la construcción en su casa y tenía una brigada de trabajadores particulares contratados y pagados por su bolsillo para que le construyeran, lo que no se corresponde con la llamada moral revolucionaria, y de hacerlo cualquier otro cubano común, se adoptaría como un delito grave.
Después de terminada la reconstrucción, la casa del señor Peña es una mansión de dos plantas y media, que abarca casi la mitad de la manzana, y que no tiene parecido alguno con ninguna de las viviendas de su entorno, y menos con la inmensa mayoría de las casas de los cubanos trabajadores. Su residencia sólo se asemeja a las que son propiedad de los burgueses y oligarcas de naciones capitalistas. Pero igual que con la denuncia por amenaza y ofensas, tampoco ese señor es objeto de registro o procesamiento penal, todo lo contrario.
En relación a la situación actual, el jueves 9 de julio de 2009 pasado, en horas de la tarde, tenía planificado pasear por el malecón, “casualmente” sobre las 12:00 pm del día aparecieron en la casa siete policías en dos patrulleros uno de ellos con número de chapa 1187 con una orden de registro, como explique anteriormente me negué al registro por las razones descritas, nos arrestaron a mi esposa y a mí y condujeron para la estación de Aguilera. Soy el dueño de la casa y quien se negó al registro, el arresto de mi esposa junto conmigo demuestra que la seguridad del estado mandó a encerrarnos para que ninguno de los dos pudiéramos ir al malecón ese día. A ella durante las once horas de arresto ni siquiera la entrevistaron. En horas de la tarde vimos a varios policías entrar a la unidad con algunos de nuestros bienes personales. Cerca de las 11:30 pm de la noche nos dijeron que podíamos marcharnos. Cansado de tantos abusos me negué a salir de la estación y le pedí pacíficamente a los oficiales que acabaran de encarcelarme. La solución que buscó la policía fue caerme a golpes para sacarme por la fuerza. En medio del lobby de la estación más de 8 policías, encabezados por un mayor que estaba de oficial de guardia superior, primero me esposaron para luego emprenderla a patadas, puñetazos y empujones. De ese modo violento me montaron en un patrullero y después a mi esposa, en el que nos regresaron a nuestra casa. Un guardia apodado Camagüey fue quien más se destacó en la golpiza, casi me mata cuando me aplicó en el cuello una técnica de estrangulamiento. A esa hora fui al cuerpo de guardia del hospital “10 de Octubre”, donde certificaron las lesiones corporales provocadas por la brutalidad policial.
De regreso en la casa es que me comentan algunos vecinos que mientras estábamos detenidos, el mismo vecino que el 19 de marzo de 2005 participó en la turba que me agredió salvajemente, esta vez tomó una pata de cabra e intentó romperme la puerta para que entrara la policía a mi casa.
Acción que me provocó ira y reaccioné gritándole algunas ofensas a ese señor desde el portal de mi casa. Él ni siquiera abrió su puerta, que está en la acera de enfrente.
A la semana siguiente, el sábado 18 de julio de julio de 2009 por la mañana, mi esposa y yo viajamos a Pinar del Río por cuestiones familiares. Regresando el lunes en la tarde y el martes 21 de julio de 2009 a las 7:00 am de la mañana me despertó el policía Abigail Milán León con chapa 36275, junto a otros 3 policías con número de chapa 11370, 07827 y el tercero que dice que no tenía chapa, me pidieron que los acompañara en el patrullero 1187 hasta la estación de Aguilera. Allí me enseñaron unos papeles que no firmé y media hora más tarde ya estaba preso, en esta prisión de Valle Grande, acusado, según me dijo unos de los policías, de atentado a mi vecino, el mismo que con su pata de cabra forcejeó la puerta de mi casa intentando romperla y que 4 años atrás me cayó a golpes junto a otras 80 personas que me provocaron lesiones físicas, y contra el cual nunca tomé represalias.
Más allá del circo montado por la seguridad del estado, para el que utilizó a la policía de Aguilera, la razón por la que estoy confinado detrás de estas rejas y muros, sobreviviendo en condiciones precarias, es para castigarme por no dejar que me arrebaten mis sueños de libertad, por aspirar que en nuestra nación la justicia, la equidad y las oportunidades sean una realidad que permita a todos los cubanos la posibilidad de una vida digna, por no permitir que me quiten la esperanza. Y sobre todo para que la ley sea una sola y para todos por igual, lo que no ocurre en el presente.
Mi situación no es exclusiva, simplemente representa un hecho más en medio de un gran océano de injusticias. Si usted también considera que por tener una opinión política distinta a la del gobierno debo sufrir un trato discriminatorio, entonces tire este papel y encuentre el modo de seguir viviendo sin cargo de conciencia. Pero si para usted tiene significación el sacrificio de patriotas como José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo y muchos otros, que ofrecieron su vida por el pueblo cubano, entonces investigue lo expuesto e influya en la situación de otras tantas víctimas de injustificables arbitrariedades y atropellos.
Yo seguiré preso físicamente pero soy un hombre libre de espíritu y de conciencia.
Dios la bendiga a usted y su familia,
Dr. Darsi Ferrer Ramírez.
Nota: De estos hechos y otros que no mencioné, pueden dar fe la inmensa mayoría de mis vecinos, los que han sido testigos presenciales.
Dirección de nuestra casa: Calle San Bernandino # 265 entre Serrano y Durege, Localidad Santo Suárez, Municipio 10 de Octubre, La Habana, Cuba.
Nombre de mi esposa: Yusnaimy Jorge Soca. Teléfono: 05-2732793
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